miércoles, 14 de octubre de 2009

La hegemonía mediática muerde y muerde






44 a 24 votos es un resultado contundente. Una prueba empírica de mayoría indiscutible. Sin embargo la realidad mediática sigue rechazando ese consenso democrático. Si hubiera hecho falta algún indicio que disipara cualquier duda acerca de que la concentración de medios es hegemónica y su mensaje intencionado e interesado, aquí está la reacción escandalosa en contra de la ley ya votada. Los grandes medios audiovisuales, los columnistas y periodistas de esos medios, y la alianza natural con los grandes diarios del país- que también poseen- se mancomunan en un desconsuelo rabioso contra la ley ya votada. Si alguien ajeno a nuestra realidad democrática pretendiera entender este escenario creería que acaba de votarse una ley ingrata, ajena a las adhesiones sociales y a espaldas de las mayorías involucradas. Es que el motivo por el cual se consagró esa ley es precisamente el de darle a la sociedad la chance de no estar a merced de una opinión y una agenda monopolizadoras o preeminentes. Y esto lo demuestra: estamos asistiendo a un mecanismo de saturación mediática del rechazo; a un obsesivo cerco comunicacional opositor que en cada publicidad, programa, entrevista, spot, zócalo o anuncio desconoce y deslegitima la nueva ley de medios. Muerde y muerde acaparando gran parte del ejercicio de morder. Usan la mordida exclusivamente para morder al gobierno a troche y moche. Se apela a constitucionalistas predispuestos desde sus probetas a descontitucionalizar lo votado y promulgado; se apela a presuntas desapariciones y desempleos del colectivo periodístico. Y se apela a la demagogia del daño ético cuando el único desconcierto que los agita es tener que achicar sus negocios. Urden amenazas; se victimizan; deslizan sospechas de sobornos para enlodar el resultado abierto en el congreso. Pero aún cuando todavía no puede haber cambios tangibles, algo está cambiando. La sociedad ya no ignora quiénes somos los mensajeros ni el mensaje ni el soporte. Se ha pisado el hormiguero. Ha sido como obligar a los medios, amparados en una escenografía privada, a descorrer las cortinas y hacerse públicos. A mostrarse sin el falso escudo de la libertad de prensa. A mostrar la hilacha, el ovillo, el cargamento. La cocina de un restaurante transparenta el menú más que la decoración de la mesa. Y que los acaparadores del poder mediático sigan mordiendo a la ley desde todos los ángulos, es una prueba de la oportunidad y el éxito de haberla cambiado. La perspectiva es que ya no se ate a nadie al predominio de un discurso. Ni a la supremacía de un mensaje. Atarse o soltarse va a ser a elección. Antiguamente la palabra griega “ parreshía” significaba “decirlo todo”. No quedarse con nada. Y más en argentino: “desembuchar”.
(*) ORLANDO BARONE 
http://orlandobarone.blogspot.com

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